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EL CAMELLO DONATELLO
         2ª PARTE
Bea pensaba y pensaba. Le gustaba aquel animal. Era paciente y
noble. Le había hecho reír durante el camino de ida, a pesar de
estar tan cansado. Le había contado también un montón de
historias increíbles sobre la travesía del desierto. ¿Cómo iba a
consentir que desapareciera sin más!
- ¡No quiero ni oír hablar del filete de camello! Tú te vienes
conmigo.
- Pero Bea, ¿cómo voy a llegar hasta tu casa? A los camellos no
nos dejan montar en avión…
– Pues volveremos en barco. He visto que llevan coches, y eso
ocupa mucho más…¡Seguro que se puede!
– Pero Bea, ¿qué haré luego en tu gran ciudad? Yo soy un
camello, vivo en el desierto…
– No hay problema. En casa tenemos un jardín muy grande con
mucha hierba. Podrás descansar, comer tranquilamente y
cuando llegue del cole pasaremos la tarde juntos.
Aquello sonaba maravilloso. Donatello imaginó por un
momento la escena y sonrió con cierta melancolía. Ojalá a
veces los sueños se cumplieran…

- Eso es precioso Bea, ¡me encantaría! Pero tenemos que ser
realistas… ¿tú crees que tus padres querrían tener un camello
en su jardín?

La niña tuvo que admitir que Donatello tenía razón. Había que
pensar otra cosa…

- A ver…además de hacer estos trayectos ¿qué otra cosa sabes
hacer?

Donatello se quedó pensativo…Él no era más que un camello.
Su función consistía en transportar gente y comer hierba. Eso
era todo. ¿o no?
Algo más debes haber…
– Soy muy bueno apartando moscas del desierto con mi cola…
– Eso es práctico para ti, pero no creo que solucione el
problema.
– También me tiro unos…
– ¡Eso ni lo digas! Ya lo he comprobado – afirmó Bea tapándose
la nariz- ¡Poco haremos con eso!
– Déjame que piense…
– Vamos Donatello, estamos llegando ya al pueblo. ¡Hay que
encontrar una solución enseguida.
– No se me ocurre nada Bea. ¡Acabaré siendo carne de camello!
Como mi padre o mi abuelo: ¡Es ley de vida y a vosotros los
humanos también os pasa, solo que de otra forma!
– Una vez me contó un niño que…
– Claro Donatello, ¡los niños!
– Que pasa con los niños…Me gusta estar con ellos. Los
entretengo.
– Y además cuentas unas historias alucinantes… ¿No te das
cuenta de que esa es la solución?

Pero el camello Donatello no se daba cuenta de nada. ¿Qué
se le habría ocurrido a aquella pequeña cabeza? En cuanto
llegaron al pueblo, Bea se bajó de Donatello y fue corriendo a
hablar con Mamá. Si alguien podía convencer al
malhumorado dueño de los camellos de que su plan podía
funcionar esa era Mamá.
Por supuesto, a Mamá, le encantó la idea de Bea, así que
se dirigió al dueño y comenzó a explicárselo. El tipo
comenzó a gruñir y a gritar irritado. Para él era una ofensa
que alguien de fuera viniera a decirle lo que debía o no
debía hacer con sus camellos.

- Hay que fastidiarse – exclamó Bea enfadada – los
mayores se pasan el día diciéndonos lo que tenemos que
hacer. Pero cuando es al revés, son ellos los que no
quieren hacernos caso…
Casi una hora estuvieron Mamá y el dueño de los camellos,
discutiendo airadamente. Pero finalmente, el dueño cedió,
y Mamá vino con una sonrisa en los labios a explicar la
situación a Bea y a Donatello, que esperaban impacientes.

- ¡Lo hemos conseguido, Bea! Donatello no se irá a ningún
restaurante. Se quedará aquí, en el pueblo.
– BIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN
– Pero ¿qué haré exactamente? – preguntó Donatello, que
no tenía ni idea del plan que Bea había organizado.

 -Te quedarás aquí y cuidarás de los niños, durante las
excursiones para los mayores. Serás…¡el primer camello
cuidador de niños!
Así fue mucho tiempo. Durante las tardes, cuando los padres
que acudían a aquel pequeñísimo pueblo en medio del
desierto, hacían largas cenas, hablaban con las gentes del
pueblo y observaban su música y sus tradiciones, los más
pequeños se quedaban con Donatello. El camello les dejaba
tirarle del rabo, hacerle cosquillas en el cuello y rascarle las
jorobas. También les contaba unas historias increíbles y los
niños se quedaban dormidos sobre la arena, bajo la atenta
mirada de las estrellas.

Los padres estaban encantados. El dueño también. Pero el más
feliz de todos era el camello Donatello. Y es que a veces…los
sueños se cumplen.
¿TE HA GUSTADO EL FINAL DEL
          CUENTO?

   ¿HABÍAS PENSADO OTRO?

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  • 1.
  • 3. Bea pensaba y pensaba. Le gustaba aquel animal. Era paciente y noble. Le había hecho reír durante el camino de ida, a pesar de estar tan cansado. Le había contado también un montón de historias increíbles sobre la travesía del desierto. ¿Cómo iba a consentir que desapareciera sin más! - ¡No quiero ni oír hablar del filete de camello! Tú te vienes conmigo. - Pero Bea, ¿cómo voy a llegar hasta tu casa? A los camellos no nos dejan montar en avión… – Pues volveremos en barco. He visto que llevan coches, y eso ocupa mucho más…¡Seguro que se puede! – Pero Bea, ¿qué haré luego en tu gran ciudad? Yo soy un camello, vivo en el desierto… – No hay problema. En casa tenemos un jardín muy grande con mucha hierba. Podrás descansar, comer tranquilamente y cuando llegue del cole pasaremos la tarde juntos.
  • 4. Aquello sonaba maravilloso. Donatello imaginó por un momento la escena y sonrió con cierta melancolía. Ojalá a veces los sueños se cumplieran… - Eso es precioso Bea, ¡me encantaría! Pero tenemos que ser realistas… ¿tú crees que tus padres querrían tener un camello en su jardín? La niña tuvo que admitir que Donatello tenía razón. Había que pensar otra cosa… - A ver…además de hacer estos trayectos ¿qué otra cosa sabes hacer? Donatello se quedó pensativo…Él no era más que un camello. Su función consistía en transportar gente y comer hierba. Eso era todo. ¿o no?
  • 5. Algo más debes haber… – Soy muy bueno apartando moscas del desierto con mi cola… – Eso es práctico para ti, pero no creo que solucione el problema. – También me tiro unos… – ¡Eso ni lo digas! Ya lo he comprobado – afirmó Bea tapándose la nariz- ¡Poco haremos con eso! – Déjame que piense… – Vamos Donatello, estamos llegando ya al pueblo. ¡Hay que encontrar una solución enseguida. – No se me ocurre nada Bea. ¡Acabaré siendo carne de camello! Como mi padre o mi abuelo: ¡Es ley de vida y a vosotros los humanos también os pasa, solo que de otra forma!
  • 6. – Una vez me contó un niño que… – Claro Donatello, ¡los niños! – Que pasa con los niños…Me gusta estar con ellos. Los entretengo. – Y además cuentas unas historias alucinantes… ¿No te das cuenta de que esa es la solución? Pero el camello Donatello no se daba cuenta de nada. ¿Qué se le habría ocurrido a aquella pequeña cabeza? En cuanto llegaron al pueblo, Bea se bajó de Donatello y fue corriendo a hablar con Mamá. Si alguien podía convencer al malhumorado dueño de los camellos de que su plan podía funcionar esa era Mamá.
  • 7. Por supuesto, a Mamá, le encantó la idea de Bea, así que se dirigió al dueño y comenzó a explicárselo. El tipo comenzó a gruñir y a gritar irritado. Para él era una ofensa que alguien de fuera viniera a decirle lo que debía o no debía hacer con sus camellos. - Hay que fastidiarse – exclamó Bea enfadada – los mayores se pasan el día diciéndonos lo que tenemos que hacer. Pero cuando es al revés, son ellos los que no quieren hacernos caso…
  • 8. Casi una hora estuvieron Mamá y el dueño de los camellos, discutiendo airadamente. Pero finalmente, el dueño cedió, y Mamá vino con una sonrisa en los labios a explicar la situación a Bea y a Donatello, que esperaban impacientes. - ¡Lo hemos conseguido, Bea! Donatello no se irá a ningún restaurante. Se quedará aquí, en el pueblo. – BIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN – Pero ¿qué haré exactamente? – preguntó Donatello, que no tenía ni idea del plan que Bea había organizado. -Te quedarás aquí y cuidarás de los niños, durante las excursiones para los mayores. Serás…¡el primer camello cuidador de niños!
  • 9. Así fue mucho tiempo. Durante las tardes, cuando los padres que acudían a aquel pequeñísimo pueblo en medio del desierto, hacían largas cenas, hablaban con las gentes del pueblo y observaban su música y sus tradiciones, los más pequeños se quedaban con Donatello. El camello les dejaba tirarle del rabo, hacerle cosquillas en el cuello y rascarle las jorobas. También les contaba unas historias increíbles y los niños se quedaban dormidos sobre la arena, bajo la atenta mirada de las estrellas. Los padres estaban encantados. El dueño también. Pero el más feliz de todos era el camello Donatello. Y es que a veces…los sueños se cumplen.
  • 10. ¿TE HA GUSTADO EL FINAL DEL CUENTO? ¿HABÍAS PENSADO OTRO? NOS LO PUEDES CONTAR EN CLASE