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UNA LECTURA CRÍTICA DE LA BIOÉTICA LATINOAMERICANA
Germán Calderón Legarda

Introducción - Identificando una perspectiva de acercamiento

El título de éste artículo puede parecer pretencioso y el cargo no sería del todo
infundado; tal vez se pueda matizar un poco diciendo que la intención no es aquí re
historiar la Bioética en América Latina sino destacar algunos de sus rasgos más
sobresalientes y cómo las fortalezas o debilidades de éstos han influido en desarrollos
posteriores. Cualquier verdadero intento serio de crítica tiene necesariamente que ser
dialógico y por lo tanto esta en deuda desde el comienzo con quienes nos suscitan las
preguntas. En este sentido debe entenderse que si se propone una lectura crítica, esto
también es un homenaje a todos aquellos que hincaron la reflexión Bioética en América
Latina. No se asume aquí que sería interesante ni tampoco posible aconsejar a estos
autores sobre cómo “debió haber sido el comienzo de su trabajo en Bioética en este
continente”. Esto está fuera de lugar. La vía que se sigue aquí es diferente; se propone
que partiendo del reconocimiento de la importancia de su labor podamos sugerir una
lectura del desarrollo de la Bioética en América Latina con sus fortalezas y debilidades
y sobre todo siendo propositivos sobre la forma y contenidos que ese desarrollo debe
tener hacia el futuro. La historia de la Bioética en nuestro continente se ha comenzado
ya a escribir y a re-escribir, y hoy tenemos la posibilidad de escuchar “otras voces”1 que
constituyen su prehistoria. No podemos sino sentir admiración y respeto por aquellos
que la iniciaron pero precisamente por esto le rendiríamos un pobre homenaje si
convirtiéramos nuestra reverencia en sacralización, y nuestras preguntas en fórmulas ya
convenidas en buena parte, si por algo esta presente la Bioética en nuestro continente es
precisamente, porque quienes la iniciaron buscaban profundizar el ejercicio de la
capacidad crítica. La misma con la que podemos hacer hoy una lectura de su trabajo.

Reconociendo el trabajo de los pioneros del humanismo médico

Más que una tendencia definida lo que se podría ver en la fase inicial es una situación
compleja en donde la Bioética se va gestando como un movimiento que aparece
discretamente al comienzo y que responde a una inquietud ciertamente justificada de dar
respuesta no solo a problemas “académicos” sino a problemas “reales” en un escenario
complejo no ajeno a los conflictos sociales y políticos presentes en el continente. Por
consiguiente, no es casualidad que la tensión entre una posible adopción crítica de una
Bioética Norteamericana con su énfasis en la autonomía y los derechos individuales del
paciente y una actitud mucho más paternalista, en la que predominaba una visión
católico-romana en la práctica médica, se hiciera presente al comienzo de este
movimiento, como bien lo anota J. A. Mainetti 2.
La búsqueda de un “humanismo médico” no siempre originado en una tradición
anglosajona alimentó la reflexión sobre la práctica social de la medicina. Es mérito
entonces de quienes lideraron este movimiento el haber involucrado en la reflexión,
tanto de la tradición mediterránea de una antropología médica filosófica (Laín
1
  Lolas llama la atención sobre el hecho de que hay “otras voces” de la Bioética presentes en tradiciones
como la de la antropología médica de la escuela de Heidelberg de esta manera se mantendría la pluralidad
de enfoques que ha caracterizado a esta disciplina. Es importante anotarlo porque con frecuencia se pasa
por alto que el nombre de la Bioética tiene un largo pasado incluyo una prehistoria. (véase: Lolas Stepke,
Fernando. Bioética y antropología médica. Santiago: Mediterraneo, 2000. p. 49)
2
  Mainetti, José Alberto. Desarrollo de la Bioética en América Latina. En: Revista electrónica de
Bioética. Año I, No.1 agosto de 2005
Entralgo), como los aportes más específicamente bioéticos de quienes desde
Norteamérica se ocupaban de las humanidades médicas (J.T. Engelhardt, E. Pellegrino).
No es este el lugar para calificar ese intento de constituir una forma de pensamiento,
sino más bien para señalar que lo que con el paso del tiempo se constituyó como una
Bioética Latinoamericana (la expresión puede tener varios sentidos) tuvo desde el
comienzo un alto contenido de reflexión teórico-filosófica y en ocasiones filosófica-
jurídica (médicos humanistas). Esta percepción, que se expone aquí de una manera muy
general, controvierte un poco la tesis de que la ausencia de una tradición filosófica
Latinoamericana retardaría la llegada de la Bioética3. Al respecto cabe destacar tres
cosas:
1. ciertamente quienes iniciaron el movimiento de las humanidades médicas y
posteriormente la Bioética no eran filósofos profesionales en el sentido en el sentido en
que esto se entendería hoy, pero eran personas con una buena formación intelectual,
enmarcada dentro de una tradición humanista en su sentido clásico.
2. los elementos teóricos estuvieron presentes desde el comienzo y esto ha reflejado en
el modo de hacer Bioética en Latinoamericana, un poco más flexible y amplia, con las
fortalezas y debilidades que esto ofrece.
3. las realidades políticas y sociales Latinoamericanas no fueron ajenas a éste tipo de
reflexión, por mucho que algunos de los protagonistas de la naciente Bioética quisieran
adoptar el modelo de la Bioética Norteamericana.

Un Ethos particular, no siempre conducente a la demarcación estricta de problemas, ni a
la especialización disciplinaria, ni ajena a la inclusión de problemas sociales que en
otras latitudes no se reconocían como pertenecientes a la Bioética, le dio a este tipo de
reflexión cierta apertura en nuestro continente. Aunque puede resultar polémico y en
ocasiones so pena de sufrir los riesgos de una generalización sin más, se podrían
describir tres rasgos característicos de la naciente Bioética Latinoamericana que aunque
mucho más matizados, se mantienen hoy en día para bien o para mal:
    1. El carácter teórico estrechamente vinculado a las “humanidades”.
    2. Un carácter bastante incluyente que favorece la participación de un amplio
        grupo de temas y problemas.
    3. El carácter de movimiento social que acompaña ciertas formas de activismo.
        Aquí se pueden encontrar discursos de diferente tenor por ejemplo que van
        desde unas perspectivas feministas que defienden los derechos de las mujeres o
        de las minorías étnicas, las preocupaciones ecológicas o la defensa de los
        gremios, particularmente los profesionales de la salud, quienes se vieron
        avocados a reflexionar sobre el universo social y político que albergaba la
        práctica de sus profesiones en parte como consecuencia de lo que ellos mismos
        denominaron la proletarización de la medicina.
En ocasiones los intereses que alimentan el ejercicio de la Bioética no han sido
puramente intelectuales sino que han tenido que ver con otros factores. Pero esto no le
resta importancia al ejercicio de reflexión, ni justicia a las causas que se hayan
defendido aquí. Hemos dicho ya que la historia de la Bioética en América Latina ha
sido o por lo menos a comenzado a ser escrita, desde diversos autores y épocas: James
Drane, Pedro Laín Entralgo, Diego Gracia, Alfonso Llano, José A. Mainetti y Fernando
Lolas, todos ellos también protagonistas de primera línea.
3
 Parece un poco simplista la tesis de que la falta de una participación visible de los filósofos en la
promoción de la Bioética en la región se deba a la falta de una tradición filosófica fuerte en Latinoamérica
y el Caribe. Este punto de vista lo sostiene Patricio R. Figueroa y Hernán Fuenzalida. Bioethics in Ibero-
America and the Caribbean. En: The Journal of Medicine and Philosophy. Vol. 21, No. 6 December 1996,
p. 611-627
Una respetuosa mirada retrospectiva

Seguramente que al mirar en retrospectiva lo que se considera como la restauración de
la Democracia favoreció el resurgir de debates más amplios y deliberaciones sobre el
ethos médico y los sistemas de salud, de la misma manera que la introducción de nuevas
tecnologías médicas posibilitaba un escenario que reflejaba el de la Bioética
Norteamericana. Pero por supuesto solo parcialmente, pues la constatación de las
realidades de éste continente de profundas inequidades y diferencias en la calidad de
vida, donde es posible encontrar en una misma ciudad una unidad de cuidados
intensivos altamente sofisticada y un hospital en las zonas deprimidas sin los elementos
básicos para la atención debió haber generado algún tipo de conflicto moral, y
seguramente fue claro para quienes lideraban la reflexión Bioética en aquella época que
una Bioética Latinoamericana no podría ser un simple reflejo de la Bioética hecha en
Norteamérica. Ello sin contar con que aún los Estados Unidos de América tienen su
propio universo tercermundista como quedó claro después de Nueva Orleáns; de similar
manera un buen número de ciudadanos estadounidenses no están protegidos por el
sistema de salud. Esto para anotar que los problemas de pobreza e injusticia tienen lugar
en el mundo desarrollado.
Pero volviendo al universo de América Latina, debió sentirse entonces la inevitable
tensión entre una apuesta por los derechos individuales de corte marcadamente liberal,
tan importantes para el ethos médico norteamericano, y los derechos económicos y
sociales, denominados de manera un poco imprecisa de segunda generación y que
constituían buena parte de las preocupaciones del devenir político latinoamericano.
Quienes luchaban por instaurar la Bioética no carecían de sensibilidad moral.
Seguramente sabían que no podían plantear una Bioética que fuera simple reflejo de la
norteamericana o la europea, ajena a las realidades de sus países. Pero tampoco podrían
abandonar la posibilidad de beneficiarse de un nuevo campo que al menos intentaba
acortar las distancias entre las ciencias y las humanidades.

En realidad es mérito de hombres como Mainetti en Argentina, Augusto León en
Venezuela, Alfonso Llano, S. J. y Fernando Sánchez Torres en Colombia, Armando
Roa en Chile, Manuel Velasco-Suárez en Méjico, y desafortunadamente, quedan
muchos sin mencionar aquí y la única manera de defenderse de esa omisión es decir que
esta historia ha sido mucho mejor contada en otra parte4 y que el propósito de este
artículo no es historiar la Bioética. Pero estos hombres tuvieron la intuición básica de
integrar las humanidades y las ciencias sociales a la teoría y la práctica médicas en sus
propios contextos políticos y geográficos a la vez que beneficiarse del nuevo fenómeno
cultural de la Bioética. Aunque dada su para entonces reciente creación, no siempre se
podría demarcar suficientemente el ámbito de su problemática.

A partir de aquí se podrían ya visualizar ciertas tendencias que respondían a la
necesidad de situar interdisciplinariamente el análisis de algunos problemas comunes a
nuestros países. Quizá 20 años después se puede intentar el ejercicio retrospectivo de
mirar cómo se ha evolucionado en ese proyecto de consolidar un movimiento Bioético
Latinoamericano.

4
 Lolas Stepke, Fernando. Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida. Santiago de Chile:
Universitaria, 1998. Mainetti, José Alberto. Desarrollo de la Bioética en América Latina. En: Revista
electrónica de Bioética. Año I; No.1 Agosto de 2005. Veáse además: The Journal of Medicine and
Philosophy. Vol. 21, No.6; December 1996
Este ejercicio, claro esta, debe hacerse de forma respetuosa; quienes comenzaron la
reflexión bioética no tenían las ventajas comparativas de quienes se inician hoy en día:
instituciones dedicadas a la enseñanza de la Bioética, portales en la red, bases de datos,
bibliotecas especializadas, congresos y seminarios de Bioética. Es decir, toda una
normalización de la disciplina en parte como consecuencia de su impulso inicial en el
que indudablemente se hubo gran coraje y persistencia. El ejercicio de retrospectiva
debe servirnos también para reflexionar sobre el presente de la Bioética y proseguir
hacía una prospectiva que contenga los elementos críticos necesarios - incluso que
postule un deber ser de la Bioética - , permitiendo que coexistan diversas concepciones
de ella que puedan entrar en diálogo y que aprovechen la experiencia del camino
recorrido.

La emergência de la reflexión bioética acerca de cuestiones latinoamericanas

En este sentido, es indudable que la Bioética confrontó a los médicos y en general a los
profesionales de la salud con las realidades políticas y económicas en las que estaba
inmersa su práctica profesional. En algunos casos como en Colombia las asociaciones
de enfermeras profesionales jugaron y continúan haciéndolo un papel fundamental. Si
bien es cierto que la reflexión Bioética permitió poner en el centro de la preocupación el
tema de los derechos de los pacientes y por supuesto aquí no solo, los asuntos de
autonomía y beneficencia. Los asuntos más globales de justicia sanitaria, acceso a los
servicios básicos, políticas de salud pública, aunque no completamente desatendidos, no
lograron, ni han logrado, articularse en una reflexión más profunda y duradera en la que
la Bioética logre ser un mediador de los resultados del diálogo entre la economía, las
salud como bien público (public good) y las teorías de la justicia5. Quizás un excesivo
énfasis en el principialismo o mejor en ciertas lecturas del principialismo, ha
confundido un poco la mirada, pues no permitía ver que toda discusión sobre la justicia
sanitaria debe ser referida y contextualizada con respecto a las realidades del mundo en
desarrollo y las relaciones internacionales. La justicia entonces no puede verse como un
principio entre otros, sino que, dejando provisionalmente de lado el tema de las
jerarquías entre principios, es el gran tema por resolver en nuestras sociedades6.

De manera independiente algunos autores han sostenido que la Bioética no realiza una
suma simple de dos o más conocimientos para obtener un tercero 7. Se requiere mucho
más y en el caso específico de la justicia sanitaria, hace falta una mayor articulación y
profundización en la relación entre la economía, la fármaco-economía, la filosofía
política y la salud pública, entre otras, para que las herramientas de análisis sean mucho
más precisas. Es cierto que la Bioética Latinoamericana mostró desde el comienzo una
cierta inclinación por los asuntos globales. Pero esto no debe sorprendernos y es sin
5
  Para un buen recuento del debate contemporáneo véase: Gargarella, Roberto. Las teorías de la justicia
después de Rawls: un breve manual de filosofía política. Barcelona: Paidós, 1999.
6
  Una perspectiva que nos advierte sobre el error de imitar el modelo principialista en América Latina
puede encontrarse en: Berlinguer, Giovanni. “Bioethics, Power and Justice, en: Benatar, S. et al.
Bioética: Poder e injusticia , ediciones Loyola, Brasíl, 2003. Y Garrafa, Volnei & Machado Do Prado,
“Hard Bioethics: demanding the best for the most” en: Perspective in Health Magazine, PAHO, Vol. 7,
No. 1, 2002.
7
  Calderón Legarda, Germán. La ambivalencia de la Bioética: cinco tesis para superar la vergüenza. En:
Orientaciones Universitarias. No. 35; marzo de 2004. Y Garrafa. Volnei. Multi-inter-
transdiciplinariedad, complejidad y totalidad concreta en bioética. En: Coor. Garrafa, Volnei et al.
Estatuto epistemológico de la Bioética. México: Instituto de investigaciones Jurídicas: Red
Latinoamericana y del Caribe de Bioética de la UNESCO, 2005
lugar a dudas, un signo esperanzador hacia desarrollos futuros. Aunque suene trivial y
se ha repetido tantas veces que la Bioética es “una ética de la vida” que nos obliga a
tener una mirada integradora y esto llega a constituirse en una actitud moral loable.
Después de todo la Bioética debe servirles a los ciudadanos de la POLIS y contribuir a
la creación de un “ethos comunitario”. Sin embargo, hay que tener muy presente que la
sola apelación a ideales morales, como la equidad y la justicia social no constituyen en
sí mismo un análisis riguroso de la realidad que sirva para profundizar en el
conocimiento de ella y que eventualmente nos ayude a transformarla. No le falta razón a
F. Lolas cuando expresa que la “simple enunciación de buenos fines- la Bioética los
tiene- parece bastar para atribuirle pureza de medios a quienes dicen cultivarla” lo cual
no siempre es el caso. La noción de una disciplina intelectual con sus correspondientes
“sabios, expertos y políticos” necesita ser clarificada en una campo tan lábil como el
que la Bioética ha demostrado ser8 y que “las luces intelectuales no son garantía de
bondad moral. Pero ésta tampoco lo es de pensamiento riguroso”9.

La afirmación de ideales morales y el risco del “panfletismo” bioético

La apelación a principios muy generales y sobre todo a la suplantación del análisis
ético- político riguroso, así este se haga con las pesadas herramientas de una pluralidad
de lenguajes y saberes que no se comunican entre sí con facilidad-, por la mera
enunciación de ideales morales, como la condena a la injusticia y la denuncia de la
inequidad, no siempre conducen a un avance real. Más aún, cierto panfletismo
tercermundista que todo lo condena sin más, puede ser sumamente dañino, pues nos
lleva al engaño de creer que la simple denuncia de la pobreza que padecen los países del
sur, el daño medioambiental, o la injusticia en las relaciones internacionales, se
constituyen sin más en un aporte intelectual. No basta con repetir un lenguaje
“políticamente correcto” para considerar que se ha avanzado en el análisis, o que esto
realmente contribuya a dinamizar los movimientos sociales a favor de alguna causa.
Sorprende a veces encontrar en algunos foros y congresos de Bioética, por fortuna no en
todos, la repetición de lugares comunes, acompañados de expresiones de aparente
asombro por los ataques a la dignidad e integridad humana, en alguna parte del planeta
o en nuestros propios países.

No obstante, esto no debe ser motivo de desaliento; las preocupaciones globales le han
permitido a quienes se ocupan de la Bioética, situarse mucho más en el contexto de una
realidad difícil, a veces incluso azarosa, que no puede simplemente ser pensada desde el
ethos liberal Norteamericano. Cuando se hable en América Latina de equidad de
recursos sanitarios y admitiendo que lograr precisión sobre esto sería ya una ganancia-,
el tema de la justicia no puede entonces ser un principio entre otros como parecerían
sugerir algunas lecturas del principialismo. Quizás el gran tema de la justicia deba
incluir no solo su sentido distributivo sino también su sentido restaurativo y reparativo,
al menos en aquellas regiones en donde los ciudadanos han sido victimizados por la
violencia de un conflicto armado. Que ciertos ideales morales - para dejar de hablar
provisionalmente de principios y valores - estén presentes en el desarrollo de la Bioética
Latinoamericana no es un defecto sino más bien una virtud. Lo preocupante es que esto
conduzca a ciertas formas de proselitismo a veces demagógico, que pretendería
suplantar el análisis serió y sereno de los problemas con la repetición de meras

8
  Lolas Stepke, Fernando. Rehistoriar la Bioética en Latinoamérica. La contribución de James Drane.
En: Acta Bioethica. Vol. 11; No. 2, 2005. p. 162.
9
  Ibid., p.163
consignas. Por lo demás, en tanto pueda hacerse un uso adecuado del análisis, producto
de las diversas disciplinas que se imbrican y se mantenga el rigor de los discursos
académicos, no se ve porque la Bioética no ha de alimentar cierto tipo de activismo o
ciertas aspiraciones de reforma social o incluso contribuir a lograr una legislación más
adecuada sobre ciertos temas. A este respecto es ya muy conocido el casi endémico mal
de nuestras sociedades latinoamericanas, que se presenta desde los albores de nuestras
repúblicas: los desarrollos jurídicos no coinciden o no parecen estar pensados para las
realidades que se viven. No sin razón expresaba hace poco un reputado genetista
colombiano que se estaba legislando en ese país y probablemente en otros, sobre
clonación de seres humanos, sin haber obtenido un comprensión básica de lo que
significarían estos procedimientos y sus posibilidades reales de aplicación. Anecdótico e
inexacto como puede aparecer refleja sin embargo una realidad que acompaña la forma
cómo se procede a discutir, decidir y a veces legislar sobre ciertos temas. Tampoco es
aquí aconsejable encoger los hombros ante el peso de nuestro supuesto “realismo
mágico”, ni apelar a nuestro “tropicalismo”, pues estas son caricaturas que resultan
dañinas. Pero si es necesario recordar que muchos de los debates que llevan el adjetivo
de bioéticos, además del sensacionalismo mediático que suelen traer consigo,
desconocen en buena medida los hechos científicos relevantes y los problemas éticos
que están involucrados.

La apertura de la Bioética hacia los grandes temas de la vida

La inclinación a examinar los temas de biotecnología, el impacto medio ambiental y las
implicaciones de las prácticas de los profesionales de la salud dentro de sistemas
estatales o privados hacen que la Bioética se exprese como movimiento cultural y
político y que de paso obtenga una gran repercusión mediática que puede a veces causar
confusión; en este sentido debe celebrarse que ya haya tenido lugar la etapa que
Mainetti denomina “recreación”, que corresponde más bien al comienzo de la
institucionalización de la Bioética en América Latina al comienzo de los años noventa y
que ha sido un proceso que muestra rasgos comunes, pero que también revela las
particularidades de cada país.
Mainetti, por otro lado, sostiene en su excelente artículo que la “Bioética se ha
convertido en la arena de nuevos desafíos de América Latina. Una aparente
uniformidad esconde ricas y heterogéneas actividades”. No solo las influencias
europeas y cristiana sino las tradiciones intelectuales indígenas son muy importantes en
el desarrollo de la Bioética Latinoamericana. Ésta no tiene su propia filosofía como la
angloamericana parece tener, pero sí tiene su propia literatura y estilo narrativo”.10
Una forma de darle viabilidad a esta lectura podría ser interpretándola como un llamado
de atención del autor sobre la necesidad de integrar diversos enfoques y abordar la
Bioética con la actitud respetuosa de quien esta dispuesto a pensar y actuar en una
sociedad multicultural. A parte del discurso hoy por hoy, mucho más articulado de las
ciencias medioambientales, la antropología cultural y el esfuerzo hecho por algunos
sectores en aras de comprender la medicina y prácticas comunitarias de los pueblos
indígenas, no se puede decir que estas tradiciones hayan hecho parte del desarrollo de la
Bioética Latinoamericana. Ciertamente es muy importante llamar la atención sobre esto,
pero habría que reconocer que es una tarea aún pendiente. Más interesante resulta aún
que se proponga la literatura y el estilo narrativo como fuentes de conocimiento. Desde
una perspectiva cercana pero no igual, Fernando Lolas ha propuesto que la Bioética sea
10
  Mainetti, José Alberto. Desarrollo de la Bioética en América Latina. En: Revista electrónica de
Bioética. Año I, No.1 agosto de 2005
considerada como narrativa crítica11. La Bioética se concibe así ante todo como un
discurso antidogmático, es decir, un discurso esencialmente crítico que se caracteriza
por una actitud dialógica que permite la pluralidad y la discrepancia. La Bioética desde
esta perspectiva desarrollaría una meta narrativa que puede “horizontalizar” los
argumentos y por tanto, develar la arquitectura axiológica de quienes participan en el
dialogo.
Constituye por cierto un reto muy sugerente el pensar que quien hace Bioética es un
experto que sabe “traducir discursos”. Esto es sin duda una bella imagen y en realidad
un proyecto (probablemente alcanzable) para los bioeticistas del futuro más que una
realidad presente, pero es difícil no estar de acuerdo con Lolas12 en cuanto al papel
mediador de la Bioética que se sugiere aquí. La Bioética posibilita el dialogo entre
saberes y disciplinas y se podría decir también “entre realidades”13. En este sentido es
por lo menos comprensible el temor de Victoria Camps al expresar que el término
“Bioeticista” sea un híbrido que quiere unir al científico y al humanista, pues según ella
lo que en realidad debe hacerse desde la Bioética es mantener el diálogo “propiciando la
comprensión entre lenguajes y mundos que han evolucionado independientemente el
uno del otro”14. Independientemente de que aceptemos o no las dudas de Camps sobre
el término Bioeticista, es más difícil tenerlas sobre el papel de la Bioética en la
imbricación práctica de hechos y valores, y resulta estimulante y por que no decirlo
liberador que se piense la Bioética como una herramienta o conjunto de herramientas
conceptuales que permiten el dialogo entre disciplinas y entre diversos sectores de la
realidad. Por ello, no puede ser la mera aplicación de principios abstractos a situaciones
concretas. El término ética aplicada ciertamente confunde las cosas; tampoco basta
aquí la simple apelación al relativismo cultural o a formas de contextualismo sin más,
pues un relativismo ético cultural extremo puede resultar tan vacío como la
absolutización de principios con pretensiones de validez universal. La Bioética debe
operar con conceptos que admitan matices, zonas grises, interpretaciones y énfasis
diferentes. Sabemos que nociones como la dignidad y el respeto mutuo están presentes
en todas las sociedades y que las relaciones filiales, por ejemplo, juegan un papel muy
importante, pero la estructura y forma que estas toman varían grandemente de un
contexto cultural a otro. Aunque el ejemplo es muy elemental, nótese los múltiples
significados que puede tener el término familia en contextos geográficos diferentes, en
ocasiones dentro de un mismo país. De similar manera, hay sociedades en donde los
ancianos o si se prefiere los adultos mayores, son consultados para las decisiones más
importantes y otras sociedades en donde no son tenidos en cuenta bajo ninguna
circunstancia — lo que sucede aquí es que diferentes sociedades tienen percepciones
diferentes de lo que consideran valioso pero todas hacen valoraciones de algún tipo.

Esta no es la instancia para definir un deber ser de la Bioética, pero hay que tener
presente que nuestros conocimientos siempre falibles e insuficientes de diferentes
contextos culturales deben permitirnos optar por un relativismo moderado pues las
aspiraciones comunes de la humanidad que suelen denominarse “valores universales”
no dejan de estar presentes de alguna manera y se puede incluso afirmar que desde una
posición de absolutizar el relativismo es muy difícil plantear cualquier cosa. Es aquí en
donde la reflexión Bioética ejerce su primera gran mediación, no aceptando la

11
   Lolas, Op. cit., p.59.
12
   Ibid., p. 66
13
   Calderón, Op. Cit., p. 109.
14
   Camps, Victoria. Una vida de calidad: reflexiones sobre bioética. Barcelona: Ares y Mares, 2001, p.
229.
imposición de principios absolutos, pero tampoco se paralizando o se extraviando ante
la pluralidad de culturas y modos de vida15.
De esta manera se puede comprender que una Bioética formulada desde el Ethos liberal
clásico del principialismo Norteamericano resulta un tanto exótica aunque no por ello
debe dejar de estudiarse, en un contexto Latinoamericano más próximo a las tradiciones
católicas y mediterráneas. Como bien lo anota Lolas, “uno de los grandes problemas
derivados de ‘importar’ disciplinas intelectuales consiste precisamente en que pueden
ser difícilmente harmonizables con la tradición y cultura locales” 16

Nótese que aquí no se trata de una teoría de la verdad, de decidir si la verdad está en el
principialismo, o en una “ética de situación,” sino en el intento de deliberar sobre
aquello que puede iluminar o no una sociedad o una época determinada (a veces suele
olvidarse la dimensión temporal en los debates éticos), desde una teoría particular.
Dimensionar desde otros contextos culturales que puedan compararse entre si, examinar
sus fortalezas y debilidades argumentativas, dilucidar porque funcionan en ciertos
contextos culturales y no en otros, comparar cómo se hacen compatibles o no con otras
tradiciones intelectuales; es éste un ejercicio honesto, que no sólo no debe ser ajeno a la
Bioética sino que, quizá sea éste ejercicio deliberativo su función principal.

Por otro lado, no debe dejar de observarse que continúa en la literatura Bioética
Latinoamericana y aún el la europea una fuerte tendencia a utilizar el término dilema
ético. Los dilemas o bien conducen a nuevos problemas, en cuyo caso se diluyen, o
bien colocan a quien intenta resolverlos en situaciones que implican un saldo trágico, en
donde los resultados de ninguno de los cursos de acción considerados parece ser
satisfactorio. Aquí habría de ser más cuidadosos. Estrictamente hablando, la Bioética
examina problemas que contienen tanto elementos valorativos como elementos
empíricos; tanto lenguaje descriptivo como lenguaje prescriptivo. Quienes de entrada
bautizan todos los problemas bioéticos como dilemas corren el riesgo de tomar rutas sin
salida. Hace algunos años uno de los más altos funcionarios del Ministerio de Salud de
algún país Latinoamericano afirmó que si él llegara a encontrarse en el “dilema“ de
proveer la dosis necesaria de medicamentos a un paciente adulto con VIH-SIDA o
aplicar vacunas a un grupo de niños para prevenir la ocurrencia de algún tipo de
enfermedad conocida, él optaría por esto último. Quizá muchos pensaban con el locuaz
funcionario que esto era un dilema bioético. Pero si se analiza más cuidadosamente, se
verá que no existe ningún dilema, sino la descontextualización simple y llana de
problemas que tienen que ver con la distribución de recursos en general. De igual
manera el mencionado funcionario podría haber tenido un dilema entre proveer sistemas
de agua potable para algunas poblaciones o invertir en los estudios de especialidades
médicas de algunos estudiantes de las universidades estatales. El manejo casi dramático
de estos dilemas “insolubles,” aunados a la espectacularidad mediática con la que son
tratados, no contribuye mucho a una mejor comprensión de la realidad. Los problemas
que enfrenta la Bioética son de una naturaleza compleja, requieren del concurso de más
de una disciplina, tienen con más frecuencia que no cierta “urgencia” de ser resueltos, y
lo que se busca no es solo realizar una discusión teórica sobre principios generales (lo
15
   Dos filosofas contemporáneas que han defendido la existencia de valores universales pero con
propuestas que son a la vez respetuosas de la pluralidad de culturas y formas de vida son Martha C.
Nussbaum (Women and Human Development: the capabilities Approach. New Cork: Cambridge
University Press, 2001. p. 34 -110) y Ruth Macklin (Against Relativism: cultural diversity and the search
for ethical universals in medicine. New York: Oxford University Press, 1999. p. 109 y siguientes. Véase
también: Heller, Agnes. Mas allá de la justicia. Barcelona:Critica, 1990. p. 11 – 66.
16
   Lolas, Op. cit., p.69.
que en sí mismo es muy importante) sino, y sobre todo, ofrecer criterios para poder
optar por ciertos cursos de acción. Por otro lado, si se habla de los dilemas como los
problemas que quedan una vez analizada la situación inicial, entonces el papel de la
Bioética será aquí útil en tanto despliegue las herramientas conceptuales necesarias para
analizar y responder a situaciones particularmente difíciles, en donde se mezclen juicios
valorativos, normativos y juicios de experiencia17.

La búsqueda del estatuto epistemológico de la bioética

Quedan muchos otros asuntos por examinar. Uno de ellos y que muestra alentadores
signos de madurez a través de un debate hoy por hoy, mucho más centrado y enfocado
en los asuntos de fondo, es el del estatuto epistemológico de la Bioética. Sobre esto ya
puede registrarse la existencia de productos de reflexión colectiva. 1 Si bien es cierto que
después de más de treinta años de existencia de la disciplina en el mundo y cerca de
veinte años en América Latina, sería demasiado ingenuo pretender encontrar una
Epistemología de la Bioética concebida de manera unívoca. Primero porque esta es un
disciplina aún en construcción. Pero además y sobre todo, porque no hay un solo objeto
de conocimiento definido del que se ocupe la Bioética, que excluya a otros.
Tampoco los problemas de los que se ocupa son exclusivos de ésta, pues es claro que
necesita del concurso de otras disciplinas. Si la Bioética ha de reflexionar sobre su
estatuto epistemológico y su quehacer como disciplina, esto tendrá que hacerse en la
dinámica work in progress, en un movimiento progresivo en donde sea posible revisar
presupuestos y, si es el caso, formular nuevas posibilidades epistémicas, sin que esto
tenga que paralizar el rigor y el valor de los análisis que se hagan, ni el contacto fluido
con otras disciplinas. Al igual que las obras en construcción, hay que procurar que éstas
puedan hacerse sin afectar el tráfico de la ciudad.

La cuestión del estatuto epistemológico de la Bioética no es producto de un acuerdo ni
llegó a ser el resultado de un ejercicio que la orientara explícitamente hacia esto. Más
bien es un encuentro de diferentes discursos que tienden a horizontalizarse. Esto
permite una ampliación de los horizontes cognitivos pero no debe identificarse con la
implementación acabada de una práctica interdisciplinaria como tal. La estrecha
conexión de la Bioética con las ciencias de la vida, la filosofía de la medicina, la
tradición de una antropología filosófica y la necesidad de reflexionar sobre los
desarrollos biotecnológicos han permitido la producción de un discurso que puede más
o menos identificarse o que es identificable, pero nunca se resolvió desde el comienzo el
problema de la inclusión: de los que podría considerarse como perteneciente a la
Bioética y lo que no.

Pero por supuesto la pregunta sobra aquí; nadie ha resuelto ni resuelve de una sola vez
la cuestión de lo que puede y qué no puede ser parte de una naciente disciplina; esto se
va decantando con el tiempo y lo que la define como disciplina es en buena parte el
resultado de los intereses y problemáticas comunes que en un momento dado han
podido concretarse en un campo de estudios y en discursos que logran afincarse raíces.

17
  Algunos filósofos se muestran insatisfechos con el énfasis excesivo en la dicotomía hechos y valores.
Mouliness, Ulises. Hechos y valores: falacias y metafalacias. Un ejercicio integracionista. En: Isegoria.
Revista de filosofía moral y política, No. 33 abril de 1991. Véase además: Rescher, N. Razón y valores en
la era científico-tecnológica. Barcelona: Paidós, 1999. pág. 73 y sigs.
1
  Coor. Garrafa, Volnei et al. Estatuto epistemológico de la Bioética. México: Instituto de investigaciones
Jurídicas: Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética de la UNESCO, 2005.
Probablemente como disciplina la Bioética tenga unos antecedentes más profundos y les
deba más a otras corrientes intelectuales de lo que normalmente se ha admitido2.

Se ha dicho ya que la Bioética no es una suma simple en donde dos o más disciplinas
producen una tercera. Se requiere mucho más para articular un conocimiento que sea
por un lado un producto del dialogo entre disciplinas y que por el otro logre acortar las
distancias entre teoría y práctica. Una buena muestra de éste tipo de reflexión, para
mencionar solo unos pocos, nos la dan autores como Miguel Kottow, que enfrenta el
problema de la epistemología moral y elabora una crítica sobre la adopción sin más del
principialismo en América Latina3; Volnei Garrafa, quien intenta prevenirnos sobre
ciertas formas de reduccionismo simple, contrario al nuevo paradigma de la
complejidad4; León Olivé, quien al hablar de la dimensión descriptiva y normativa de la
Ética, Bioética y Epistemología defiende una forma de “normativismo naturalizado”
que reconoce que las normas cambian y están dentro de un desarrollo histórico y por lo
tanto todo a priori es relativo e histórico. Quedando la Bioética vinculada a prácticas
cognitivas5. Fermin Rolan Schramm admite de entrada que hay muchas versiones
legítimas de la Bioética, pero busca una especificidad de la Bioética en América Latina,
pues “la tentativa de dar cuenta de la globalidad de los problemas morales cuando la
praxis humana se refiere a los procesos vitales como un todo, olvida que existen aún
problemas específicos, como los problemas morales debidos no al desarrollo de
biomedicina, sino al subdesarrollo y a la miseria, es decir, no a problemas que son
emergentes dadas las prácticas científicas y tecnocientíficas, sino a problemas que
persisten y son el producto de algo que dependen de otros factores ya conocidos”6. Y
esto se constituye en una buena muestra de que el reconocer la realidad de nuestros
países del sur no significa perder el rigor académico, ni caer en el parroquialismo de
rechazar todo lo que venga del mundo desarrollado con el argumento simplista de que
esto obedece a formas de imperialismo, sea éste político, económico o cultural.

Una observación final

Resulta mucho más meritorio reflexionar y entrar en dialogo creativo con otras
tradiciones y otras narrativas, y beneficiarse de lo que, como producto de una
apropiación real, pueda enriquecer nuestra mirada y nos permita hasta donde sea posible
comprender otros contextos culturales. Sin querer extender la metáfora muy lejos, se
podría decir que el dialogo entre culturas es tan difícil que el diálogo entre disciplinas,
pero no es imposible. La Bioética Latinoamericana tiene hoy por hoy mucha más
conciencia de éste reto y por fortuna tiene un buen número de cultores bien calificados y
dispuestos a asumirlo.

Referencias

BERLINGUER, G. Bioethics, Power and Injustice. IN: GARRAFA, V.; Pessini, L.
(Orgs.). Bioética, Poder e injustiça. São Paulo: Ed. Loyola e Centro Universitário São
Camilo, 2002, pp. 45-58.
2
  Sobre los antecedentes de la Bioética en la medicina antropológica y psicosomática véase: Lolas Stepke,
Fernando. Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida. Santiago de Chile: Universitaria, 1998. p.
24.
3
  Ibid., p. 24.
4
  Ibid., p. 69.
5
  Ibid., p. 37.
6
  Ibid., p. 172.
CALDERON LEGARDA, G. La ambivalência de la Bioética: cinco tesis para superar
la verguenza. In: Orientaciones Universitárias, n. 35, março de 2004.

CAMPS, V. Uma vida de calidad: reflexiones sobre bioética. Barcelona: Arez Y Mares,
2001.

FIGUEROA, P.R.; FUENZALIDA, H. Bioethics in Ibero-America and the Caribbean.
In: The Journal of Medicine and Philosophy. Vol 21, n. 6, December 1996, p. 611-627.

GARRAFA, V.; KOTTOW, M.; SAADA, A. Estatuto epistemológico de la Bioética.
México: Instituto de investigaciones Jurídicas: Red Latinoamericana y Del Caribe de
Bioética de la UNESCO, 2005.

GARGARELLA, R. Las teorias de la justicia después de Rawls: un breve manual de
filosofía política. Barcelona: Paidós, 1999.

HELLER, A. Mas allá de la justicia. Barcelona: critica, 1990, pp. 11-66.

LOLAS STEPKE, F. Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida. Santiago:
Universitária, 1998.

LOLAS STEPKE, F. Bioética y antropologia médica. Santiago: Mediterrâneo, 2000.

LOLAS STEPKE, F. Rehistoriar la Bioética em Latinoamérica. La contribución de
James Drane. In: Acta Bioethica. Vol 11, n.2, 2005, p.162.

MAINETTI, J.A. Desarrollo de la Bioética en América Latina. In: Revista Electronica
de bioética. Ano I, no. 1 agosto de 2005.
MACKLIN, R. Against Relativism: cultural diversity and the search for ethical
universals in medicine. New York :Oxford University Press, 1999, p. 109ss.

MOULINESS, U. Hechos e valores: falacias e metafalacias. Um ejercicio
integracionista. In: Isegoria. Revista de filosofia moral y política. N. 33 abril de 1991.

NUSSBAUM, M.C. Women and Human Development: the capabilities Approach. New
York: Cambridge Univirsity Press, 2001, pp. 34-110.

RESCHER, N. Razón y valores en la era científico-tecnológica. Barcelona: Paidós,
1999, p. 73ss.

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  • 1. UNA LECTURA CRÍTICA DE LA BIOÉTICA LATINOAMERICANA Germán Calderón Legarda Introducción - Identificando una perspectiva de acercamiento El título de éste artículo puede parecer pretencioso y el cargo no sería del todo infundado; tal vez se pueda matizar un poco diciendo que la intención no es aquí re historiar la Bioética en América Latina sino destacar algunos de sus rasgos más sobresalientes y cómo las fortalezas o debilidades de éstos han influido en desarrollos posteriores. Cualquier verdadero intento serio de crítica tiene necesariamente que ser dialógico y por lo tanto esta en deuda desde el comienzo con quienes nos suscitan las preguntas. En este sentido debe entenderse que si se propone una lectura crítica, esto también es un homenaje a todos aquellos que hincaron la reflexión Bioética en América Latina. No se asume aquí que sería interesante ni tampoco posible aconsejar a estos autores sobre cómo “debió haber sido el comienzo de su trabajo en Bioética en este continente”. Esto está fuera de lugar. La vía que se sigue aquí es diferente; se propone que partiendo del reconocimiento de la importancia de su labor podamos sugerir una lectura del desarrollo de la Bioética en América Latina con sus fortalezas y debilidades y sobre todo siendo propositivos sobre la forma y contenidos que ese desarrollo debe tener hacia el futuro. La historia de la Bioética en nuestro continente se ha comenzado ya a escribir y a re-escribir, y hoy tenemos la posibilidad de escuchar “otras voces”1 que constituyen su prehistoria. No podemos sino sentir admiración y respeto por aquellos que la iniciaron pero precisamente por esto le rendiríamos un pobre homenaje si convirtiéramos nuestra reverencia en sacralización, y nuestras preguntas en fórmulas ya convenidas en buena parte, si por algo esta presente la Bioética en nuestro continente es precisamente, porque quienes la iniciaron buscaban profundizar el ejercicio de la capacidad crítica. La misma con la que podemos hacer hoy una lectura de su trabajo. Reconociendo el trabajo de los pioneros del humanismo médico Más que una tendencia definida lo que se podría ver en la fase inicial es una situación compleja en donde la Bioética se va gestando como un movimiento que aparece discretamente al comienzo y que responde a una inquietud ciertamente justificada de dar respuesta no solo a problemas “académicos” sino a problemas “reales” en un escenario complejo no ajeno a los conflictos sociales y políticos presentes en el continente. Por consiguiente, no es casualidad que la tensión entre una posible adopción crítica de una Bioética Norteamericana con su énfasis en la autonomía y los derechos individuales del paciente y una actitud mucho más paternalista, en la que predominaba una visión católico-romana en la práctica médica, se hiciera presente al comienzo de este movimiento, como bien lo anota J. A. Mainetti 2. La búsqueda de un “humanismo médico” no siempre originado en una tradición anglosajona alimentó la reflexión sobre la práctica social de la medicina. Es mérito entonces de quienes lideraron este movimiento el haber involucrado en la reflexión, tanto de la tradición mediterránea de una antropología médica filosófica (Laín 1 Lolas llama la atención sobre el hecho de que hay “otras voces” de la Bioética presentes en tradiciones como la de la antropología médica de la escuela de Heidelberg de esta manera se mantendría la pluralidad de enfoques que ha caracterizado a esta disciplina. Es importante anotarlo porque con frecuencia se pasa por alto que el nombre de la Bioética tiene un largo pasado incluyo una prehistoria. (véase: Lolas Stepke, Fernando. Bioética y antropología médica. Santiago: Mediterraneo, 2000. p. 49) 2 Mainetti, José Alberto. Desarrollo de la Bioética en América Latina. En: Revista electrónica de Bioética. Año I, No.1 agosto de 2005
  • 2. Entralgo), como los aportes más específicamente bioéticos de quienes desde Norteamérica se ocupaban de las humanidades médicas (J.T. Engelhardt, E. Pellegrino). No es este el lugar para calificar ese intento de constituir una forma de pensamiento, sino más bien para señalar que lo que con el paso del tiempo se constituyó como una Bioética Latinoamericana (la expresión puede tener varios sentidos) tuvo desde el comienzo un alto contenido de reflexión teórico-filosófica y en ocasiones filosófica- jurídica (médicos humanistas). Esta percepción, que se expone aquí de una manera muy general, controvierte un poco la tesis de que la ausencia de una tradición filosófica Latinoamericana retardaría la llegada de la Bioética3. Al respecto cabe destacar tres cosas: 1. ciertamente quienes iniciaron el movimiento de las humanidades médicas y posteriormente la Bioética no eran filósofos profesionales en el sentido en el sentido en que esto se entendería hoy, pero eran personas con una buena formación intelectual, enmarcada dentro de una tradición humanista en su sentido clásico. 2. los elementos teóricos estuvieron presentes desde el comienzo y esto ha reflejado en el modo de hacer Bioética en Latinoamericana, un poco más flexible y amplia, con las fortalezas y debilidades que esto ofrece. 3. las realidades políticas y sociales Latinoamericanas no fueron ajenas a éste tipo de reflexión, por mucho que algunos de los protagonistas de la naciente Bioética quisieran adoptar el modelo de la Bioética Norteamericana. Un Ethos particular, no siempre conducente a la demarcación estricta de problemas, ni a la especialización disciplinaria, ni ajena a la inclusión de problemas sociales que en otras latitudes no se reconocían como pertenecientes a la Bioética, le dio a este tipo de reflexión cierta apertura en nuestro continente. Aunque puede resultar polémico y en ocasiones so pena de sufrir los riesgos de una generalización sin más, se podrían describir tres rasgos característicos de la naciente Bioética Latinoamericana que aunque mucho más matizados, se mantienen hoy en día para bien o para mal: 1. El carácter teórico estrechamente vinculado a las “humanidades”. 2. Un carácter bastante incluyente que favorece la participación de un amplio grupo de temas y problemas. 3. El carácter de movimiento social que acompaña ciertas formas de activismo. Aquí se pueden encontrar discursos de diferente tenor por ejemplo que van desde unas perspectivas feministas que defienden los derechos de las mujeres o de las minorías étnicas, las preocupaciones ecológicas o la defensa de los gremios, particularmente los profesionales de la salud, quienes se vieron avocados a reflexionar sobre el universo social y político que albergaba la práctica de sus profesiones en parte como consecuencia de lo que ellos mismos denominaron la proletarización de la medicina. En ocasiones los intereses que alimentan el ejercicio de la Bioética no han sido puramente intelectuales sino que han tenido que ver con otros factores. Pero esto no le resta importancia al ejercicio de reflexión, ni justicia a las causas que se hayan defendido aquí. Hemos dicho ya que la historia de la Bioética en América Latina ha sido o por lo menos a comenzado a ser escrita, desde diversos autores y épocas: James Drane, Pedro Laín Entralgo, Diego Gracia, Alfonso Llano, José A. Mainetti y Fernando Lolas, todos ellos también protagonistas de primera línea. 3 Parece un poco simplista la tesis de que la falta de una participación visible de los filósofos en la promoción de la Bioética en la región se deba a la falta de una tradición filosófica fuerte en Latinoamérica y el Caribe. Este punto de vista lo sostiene Patricio R. Figueroa y Hernán Fuenzalida. Bioethics in Ibero- America and the Caribbean. En: The Journal of Medicine and Philosophy. Vol. 21, No. 6 December 1996, p. 611-627
  • 3. Una respetuosa mirada retrospectiva Seguramente que al mirar en retrospectiva lo que se considera como la restauración de la Democracia favoreció el resurgir de debates más amplios y deliberaciones sobre el ethos médico y los sistemas de salud, de la misma manera que la introducción de nuevas tecnologías médicas posibilitaba un escenario que reflejaba el de la Bioética Norteamericana. Pero por supuesto solo parcialmente, pues la constatación de las realidades de éste continente de profundas inequidades y diferencias en la calidad de vida, donde es posible encontrar en una misma ciudad una unidad de cuidados intensivos altamente sofisticada y un hospital en las zonas deprimidas sin los elementos básicos para la atención debió haber generado algún tipo de conflicto moral, y seguramente fue claro para quienes lideraban la reflexión Bioética en aquella época que una Bioética Latinoamericana no podría ser un simple reflejo de la Bioética hecha en Norteamérica. Ello sin contar con que aún los Estados Unidos de América tienen su propio universo tercermundista como quedó claro después de Nueva Orleáns; de similar manera un buen número de ciudadanos estadounidenses no están protegidos por el sistema de salud. Esto para anotar que los problemas de pobreza e injusticia tienen lugar en el mundo desarrollado. Pero volviendo al universo de América Latina, debió sentirse entonces la inevitable tensión entre una apuesta por los derechos individuales de corte marcadamente liberal, tan importantes para el ethos médico norteamericano, y los derechos económicos y sociales, denominados de manera un poco imprecisa de segunda generación y que constituían buena parte de las preocupaciones del devenir político latinoamericano. Quienes luchaban por instaurar la Bioética no carecían de sensibilidad moral. Seguramente sabían que no podían plantear una Bioética que fuera simple reflejo de la norteamericana o la europea, ajena a las realidades de sus países. Pero tampoco podrían abandonar la posibilidad de beneficiarse de un nuevo campo que al menos intentaba acortar las distancias entre las ciencias y las humanidades. En realidad es mérito de hombres como Mainetti en Argentina, Augusto León en Venezuela, Alfonso Llano, S. J. y Fernando Sánchez Torres en Colombia, Armando Roa en Chile, Manuel Velasco-Suárez en Méjico, y desafortunadamente, quedan muchos sin mencionar aquí y la única manera de defenderse de esa omisión es decir que esta historia ha sido mucho mejor contada en otra parte4 y que el propósito de este artículo no es historiar la Bioética. Pero estos hombres tuvieron la intuición básica de integrar las humanidades y las ciencias sociales a la teoría y la práctica médicas en sus propios contextos políticos y geográficos a la vez que beneficiarse del nuevo fenómeno cultural de la Bioética. Aunque dada su para entonces reciente creación, no siempre se podría demarcar suficientemente el ámbito de su problemática. A partir de aquí se podrían ya visualizar ciertas tendencias que respondían a la necesidad de situar interdisciplinariamente el análisis de algunos problemas comunes a nuestros países. Quizá 20 años después se puede intentar el ejercicio retrospectivo de mirar cómo se ha evolucionado en ese proyecto de consolidar un movimiento Bioético Latinoamericano. 4 Lolas Stepke, Fernando. Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida. Santiago de Chile: Universitaria, 1998. Mainetti, José Alberto. Desarrollo de la Bioética en América Latina. En: Revista electrónica de Bioética. Año I; No.1 Agosto de 2005. Veáse además: The Journal of Medicine and Philosophy. Vol. 21, No.6; December 1996
  • 4. Este ejercicio, claro esta, debe hacerse de forma respetuosa; quienes comenzaron la reflexión bioética no tenían las ventajas comparativas de quienes se inician hoy en día: instituciones dedicadas a la enseñanza de la Bioética, portales en la red, bases de datos, bibliotecas especializadas, congresos y seminarios de Bioética. Es decir, toda una normalización de la disciplina en parte como consecuencia de su impulso inicial en el que indudablemente se hubo gran coraje y persistencia. El ejercicio de retrospectiva debe servirnos también para reflexionar sobre el presente de la Bioética y proseguir hacía una prospectiva que contenga los elementos críticos necesarios - incluso que postule un deber ser de la Bioética - , permitiendo que coexistan diversas concepciones de ella que puedan entrar en diálogo y que aprovechen la experiencia del camino recorrido. La emergência de la reflexión bioética acerca de cuestiones latinoamericanas En este sentido, es indudable que la Bioética confrontó a los médicos y en general a los profesionales de la salud con las realidades políticas y económicas en las que estaba inmersa su práctica profesional. En algunos casos como en Colombia las asociaciones de enfermeras profesionales jugaron y continúan haciéndolo un papel fundamental. Si bien es cierto que la reflexión Bioética permitió poner en el centro de la preocupación el tema de los derechos de los pacientes y por supuesto aquí no solo, los asuntos de autonomía y beneficencia. Los asuntos más globales de justicia sanitaria, acceso a los servicios básicos, políticas de salud pública, aunque no completamente desatendidos, no lograron, ni han logrado, articularse en una reflexión más profunda y duradera en la que la Bioética logre ser un mediador de los resultados del diálogo entre la economía, las salud como bien público (public good) y las teorías de la justicia5. Quizás un excesivo énfasis en el principialismo o mejor en ciertas lecturas del principialismo, ha confundido un poco la mirada, pues no permitía ver que toda discusión sobre la justicia sanitaria debe ser referida y contextualizada con respecto a las realidades del mundo en desarrollo y las relaciones internacionales. La justicia entonces no puede verse como un principio entre otros, sino que, dejando provisionalmente de lado el tema de las jerarquías entre principios, es el gran tema por resolver en nuestras sociedades6. De manera independiente algunos autores han sostenido que la Bioética no realiza una suma simple de dos o más conocimientos para obtener un tercero 7. Se requiere mucho más y en el caso específico de la justicia sanitaria, hace falta una mayor articulación y profundización en la relación entre la economía, la fármaco-economía, la filosofía política y la salud pública, entre otras, para que las herramientas de análisis sean mucho más precisas. Es cierto que la Bioética Latinoamericana mostró desde el comienzo una cierta inclinación por los asuntos globales. Pero esto no debe sorprendernos y es sin 5 Para un buen recuento del debate contemporáneo véase: Gargarella, Roberto. Las teorías de la justicia después de Rawls: un breve manual de filosofía política. Barcelona: Paidós, 1999. 6 Una perspectiva que nos advierte sobre el error de imitar el modelo principialista en América Latina puede encontrarse en: Berlinguer, Giovanni. “Bioethics, Power and Justice, en: Benatar, S. et al. Bioética: Poder e injusticia , ediciones Loyola, Brasíl, 2003. Y Garrafa, Volnei & Machado Do Prado, “Hard Bioethics: demanding the best for the most” en: Perspective in Health Magazine, PAHO, Vol. 7, No. 1, 2002. 7 Calderón Legarda, Germán. La ambivalencia de la Bioética: cinco tesis para superar la vergüenza. En: Orientaciones Universitarias. No. 35; marzo de 2004. Y Garrafa. Volnei. Multi-inter- transdiciplinariedad, complejidad y totalidad concreta en bioética. En: Coor. Garrafa, Volnei et al. Estatuto epistemológico de la Bioética. México: Instituto de investigaciones Jurídicas: Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética de la UNESCO, 2005
  • 5. lugar a dudas, un signo esperanzador hacia desarrollos futuros. Aunque suene trivial y se ha repetido tantas veces que la Bioética es “una ética de la vida” que nos obliga a tener una mirada integradora y esto llega a constituirse en una actitud moral loable. Después de todo la Bioética debe servirles a los ciudadanos de la POLIS y contribuir a la creación de un “ethos comunitario”. Sin embargo, hay que tener muy presente que la sola apelación a ideales morales, como la equidad y la justicia social no constituyen en sí mismo un análisis riguroso de la realidad que sirva para profundizar en el conocimiento de ella y que eventualmente nos ayude a transformarla. No le falta razón a F. Lolas cuando expresa que la “simple enunciación de buenos fines- la Bioética los tiene- parece bastar para atribuirle pureza de medios a quienes dicen cultivarla” lo cual no siempre es el caso. La noción de una disciplina intelectual con sus correspondientes “sabios, expertos y políticos” necesita ser clarificada en una campo tan lábil como el que la Bioética ha demostrado ser8 y que “las luces intelectuales no son garantía de bondad moral. Pero ésta tampoco lo es de pensamiento riguroso”9. La afirmación de ideales morales y el risco del “panfletismo” bioético La apelación a principios muy generales y sobre todo a la suplantación del análisis ético- político riguroso, así este se haga con las pesadas herramientas de una pluralidad de lenguajes y saberes que no se comunican entre sí con facilidad-, por la mera enunciación de ideales morales, como la condena a la injusticia y la denuncia de la inequidad, no siempre conducen a un avance real. Más aún, cierto panfletismo tercermundista que todo lo condena sin más, puede ser sumamente dañino, pues nos lleva al engaño de creer que la simple denuncia de la pobreza que padecen los países del sur, el daño medioambiental, o la injusticia en las relaciones internacionales, se constituyen sin más en un aporte intelectual. No basta con repetir un lenguaje “políticamente correcto” para considerar que se ha avanzado en el análisis, o que esto realmente contribuya a dinamizar los movimientos sociales a favor de alguna causa. Sorprende a veces encontrar en algunos foros y congresos de Bioética, por fortuna no en todos, la repetición de lugares comunes, acompañados de expresiones de aparente asombro por los ataques a la dignidad e integridad humana, en alguna parte del planeta o en nuestros propios países. No obstante, esto no debe ser motivo de desaliento; las preocupaciones globales le han permitido a quienes se ocupan de la Bioética, situarse mucho más en el contexto de una realidad difícil, a veces incluso azarosa, que no puede simplemente ser pensada desde el ethos liberal Norteamericano. Cuando se hable en América Latina de equidad de recursos sanitarios y admitiendo que lograr precisión sobre esto sería ya una ganancia-, el tema de la justicia no puede entonces ser un principio entre otros como parecerían sugerir algunas lecturas del principialismo. Quizás el gran tema de la justicia deba incluir no solo su sentido distributivo sino también su sentido restaurativo y reparativo, al menos en aquellas regiones en donde los ciudadanos han sido victimizados por la violencia de un conflicto armado. Que ciertos ideales morales - para dejar de hablar provisionalmente de principios y valores - estén presentes en el desarrollo de la Bioética Latinoamericana no es un defecto sino más bien una virtud. Lo preocupante es que esto conduzca a ciertas formas de proselitismo a veces demagógico, que pretendería suplantar el análisis serió y sereno de los problemas con la repetición de meras 8 Lolas Stepke, Fernando. Rehistoriar la Bioética en Latinoamérica. La contribución de James Drane. En: Acta Bioethica. Vol. 11; No. 2, 2005. p. 162. 9 Ibid., p.163
  • 6. consignas. Por lo demás, en tanto pueda hacerse un uso adecuado del análisis, producto de las diversas disciplinas que se imbrican y se mantenga el rigor de los discursos académicos, no se ve porque la Bioética no ha de alimentar cierto tipo de activismo o ciertas aspiraciones de reforma social o incluso contribuir a lograr una legislación más adecuada sobre ciertos temas. A este respecto es ya muy conocido el casi endémico mal de nuestras sociedades latinoamericanas, que se presenta desde los albores de nuestras repúblicas: los desarrollos jurídicos no coinciden o no parecen estar pensados para las realidades que se viven. No sin razón expresaba hace poco un reputado genetista colombiano que se estaba legislando en ese país y probablemente en otros, sobre clonación de seres humanos, sin haber obtenido un comprensión básica de lo que significarían estos procedimientos y sus posibilidades reales de aplicación. Anecdótico e inexacto como puede aparecer refleja sin embargo una realidad que acompaña la forma cómo se procede a discutir, decidir y a veces legislar sobre ciertos temas. Tampoco es aquí aconsejable encoger los hombros ante el peso de nuestro supuesto “realismo mágico”, ni apelar a nuestro “tropicalismo”, pues estas son caricaturas que resultan dañinas. Pero si es necesario recordar que muchos de los debates que llevan el adjetivo de bioéticos, además del sensacionalismo mediático que suelen traer consigo, desconocen en buena medida los hechos científicos relevantes y los problemas éticos que están involucrados. La apertura de la Bioética hacia los grandes temas de la vida La inclinación a examinar los temas de biotecnología, el impacto medio ambiental y las implicaciones de las prácticas de los profesionales de la salud dentro de sistemas estatales o privados hacen que la Bioética se exprese como movimiento cultural y político y que de paso obtenga una gran repercusión mediática que puede a veces causar confusión; en este sentido debe celebrarse que ya haya tenido lugar la etapa que Mainetti denomina “recreación”, que corresponde más bien al comienzo de la institucionalización de la Bioética en América Latina al comienzo de los años noventa y que ha sido un proceso que muestra rasgos comunes, pero que también revela las particularidades de cada país. Mainetti, por otro lado, sostiene en su excelente artículo que la “Bioética se ha convertido en la arena de nuevos desafíos de América Latina. Una aparente uniformidad esconde ricas y heterogéneas actividades”. No solo las influencias europeas y cristiana sino las tradiciones intelectuales indígenas son muy importantes en el desarrollo de la Bioética Latinoamericana. Ésta no tiene su propia filosofía como la angloamericana parece tener, pero sí tiene su propia literatura y estilo narrativo”.10 Una forma de darle viabilidad a esta lectura podría ser interpretándola como un llamado de atención del autor sobre la necesidad de integrar diversos enfoques y abordar la Bioética con la actitud respetuosa de quien esta dispuesto a pensar y actuar en una sociedad multicultural. A parte del discurso hoy por hoy, mucho más articulado de las ciencias medioambientales, la antropología cultural y el esfuerzo hecho por algunos sectores en aras de comprender la medicina y prácticas comunitarias de los pueblos indígenas, no se puede decir que estas tradiciones hayan hecho parte del desarrollo de la Bioética Latinoamericana. Ciertamente es muy importante llamar la atención sobre esto, pero habría que reconocer que es una tarea aún pendiente. Más interesante resulta aún que se proponga la literatura y el estilo narrativo como fuentes de conocimiento. Desde una perspectiva cercana pero no igual, Fernando Lolas ha propuesto que la Bioética sea 10 Mainetti, José Alberto. Desarrollo de la Bioética en América Latina. En: Revista electrónica de Bioética. Año I, No.1 agosto de 2005
  • 7. considerada como narrativa crítica11. La Bioética se concibe así ante todo como un discurso antidogmático, es decir, un discurso esencialmente crítico que se caracteriza por una actitud dialógica que permite la pluralidad y la discrepancia. La Bioética desde esta perspectiva desarrollaría una meta narrativa que puede “horizontalizar” los argumentos y por tanto, develar la arquitectura axiológica de quienes participan en el dialogo. Constituye por cierto un reto muy sugerente el pensar que quien hace Bioética es un experto que sabe “traducir discursos”. Esto es sin duda una bella imagen y en realidad un proyecto (probablemente alcanzable) para los bioeticistas del futuro más que una realidad presente, pero es difícil no estar de acuerdo con Lolas12 en cuanto al papel mediador de la Bioética que se sugiere aquí. La Bioética posibilita el dialogo entre saberes y disciplinas y se podría decir también “entre realidades”13. En este sentido es por lo menos comprensible el temor de Victoria Camps al expresar que el término “Bioeticista” sea un híbrido que quiere unir al científico y al humanista, pues según ella lo que en realidad debe hacerse desde la Bioética es mantener el diálogo “propiciando la comprensión entre lenguajes y mundos que han evolucionado independientemente el uno del otro”14. Independientemente de que aceptemos o no las dudas de Camps sobre el término Bioeticista, es más difícil tenerlas sobre el papel de la Bioética en la imbricación práctica de hechos y valores, y resulta estimulante y por que no decirlo liberador que se piense la Bioética como una herramienta o conjunto de herramientas conceptuales que permiten el dialogo entre disciplinas y entre diversos sectores de la realidad. Por ello, no puede ser la mera aplicación de principios abstractos a situaciones concretas. El término ética aplicada ciertamente confunde las cosas; tampoco basta aquí la simple apelación al relativismo cultural o a formas de contextualismo sin más, pues un relativismo ético cultural extremo puede resultar tan vacío como la absolutización de principios con pretensiones de validez universal. La Bioética debe operar con conceptos que admitan matices, zonas grises, interpretaciones y énfasis diferentes. Sabemos que nociones como la dignidad y el respeto mutuo están presentes en todas las sociedades y que las relaciones filiales, por ejemplo, juegan un papel muy importante, pero la estructura y forma que estas toman varían grandemente de un contexto cultural a otro. Aunque el ejemplo es muy elemental, nótese los múltiples significados que puede tener el término familia en contextos geográficos diferentes, en ocasiones dentro de un mismo país. De similar manera, hay sociedades en donde los ancianos o si se prefiere los adultos mayores, son consultados para las decisiones más importantes y otras sociedades en donde no son tenidos en cuenta bajo ninguna circunstancia — lo que sucede aquí es que diferentes sociedades tienen percepciones diferentes de lo que consideran valioso pero todas hacen valoraciones de algún tipo. Esta no es la instancia para definir un deber ser de la Bioética, pero hay que tener presente que nuestros conocimientos siempre falibles e insuficientes de diferentes contextos culturales deben permitirnos optar por un relativismo moderado pues las aspiraciones comunes de la humanidad que suelen denominarse “valores universales” no dejan de estar presentes de alguna manera y se puede incluso afirmar que desde una posición de absolutizar el relativismo es muy difícil plantear cualquier cosa. Es aquí en donde la reflexión Bioética ejerce su primera gran mediación, no aceptando la 11 Lolas, Op. cit., p.59. 12 Ibid., p. 66 13 Calderón, Op. Cit., p. 109. 14 Camps, Victoria. Una vida de calidad: reflexiones sobre bioética. Barcelona: Ares y Mares, 2001, p. 229.
  • 8. imposición de principios absolutos, pero tampoco se paralizando o se extraviando ante la pluralidad de culturas y modos de vida15. De esta manera se puede comprender que una Bioética formulada desde el Ethos liberal clásico del principialismo Norteamericano resulta un tanto exótica aunque no por ello debe dejar de estudiarse, en un contexto Latinoamericano más próximo a las tradiciones católicas y mediterráneas. Como bien lo anota Lolas, “uno de los grandes problemas derivados de ‘importar’ disciplinas intelectuales consiste precisamente en que pueden ser difícilmente harmonizables con la tradición y cultura locales” 16 Nótese que aquí no se trata de una teoría de la verdad, de decidir si la verdad está en el principialismo, o en una “ética de situación,” sino en el intento de deliberar sobre aquello que puede iluminar o no una sociedad o una época determinada (a veces suele olvidarse la dimensión temporal en los debates éticos), desde una teoría particular. Dimensionar desde otros contextos culturales que puedan compararse entre si, examinar sus fortalezas y debilidades argumentativas, dilucidar porque funcionan en ciertos contextos culturales y no en otros, comparar cómo se hacen compatibles o no con otras tradiciones intelectuales; es éste un ejercicio honesto, que no sólo no debe ser ajeno a la Bioética sino que, quizá sea éste ejercicio deliberativo su función principal. Por otro lado, no debe dejar de observarse que continúa en la literatura Bioética Latinoamericana y aún el la europea una fuerte tendencia a utilizar el término dilema ético. Los dilemas o bien conducen a nuevos problemas, en cuyo caso se diluyen, o bien colocan a quien intenta resolverlos en situaciones que implican un saldo trágico, en donde los resultados de ninguno de los cursos de acción considerados parece ser satisfactorio. Aquí habría de ser más cuidadosos. Estrictamente hablando, la Bioética examina problemas que contienen tanto elementos valorativos como elementos empíricos; tanto lenguaje descriptivo como lenguaje prescriptivo. Quienes de entrada bautizan todos los problemas bioéticos como dilemas corren el riesgo de tomar rutas sin salida. Hace algunos años uno de los más altos funcionarios del Ministerio de Salud de algún país Latinoamericano afirmó que si él llegara a encontrarse en el “dilema“ de proveer la dosis necesaria de medicamentos a un paciente adulto con VIH-SIDA o aplicar vacunas a un grupo de niños para prevenir la ocurrencia de algún tipo de enfermedad conocida, él optaría por esto último. Quizá muchos pensaban con el locuaz funcionario que esto era un dilema bioético. Pero si se analiza más cuidadosamente, se verá que no existe ningún dilema, sino la descontextualización simple y llana de problemas que tienen que ver con la distribución de recursos en general. De igual manera el mencionado funcionario podría haber tenido un dilema entre proveer sistemas de agua potable para algunas poblaciones o invertir en los estudios de especialidades médicas de algunos estudiantes de las universidades estatales. El manejo casi dramático de estos dilemas “insolubles,” aunados a la espectacularidad mediática con la que son tratados, no contribuye mucho a una mejor comprensión de la realidad. Los problemas que enfrenta la Bioética son de una naturaleza compleja, requieren del concurso de más de una disciplina, tienen con más frecuencia que no cierta “urgencia” de ser resueltos, y lo que se busca no es solo realizar una discusión teórica sobre principios generales (lo 15 Dos filosofas contemporáneas que han defendido la existencia de valores universales pero con propuestas que son a la vez respetuosas de la pluralidad de culturas y formas de vida son Martha C. Nussbaum (Women and Human Development: the capabilities Approach. New Cork: Cambridge University Press, 2001. p. 34 -110) y Ruth Macklin (Against Relativism: cultural diversity and the search for ethical universals in medicine. New York: Oxford University Press, 1999. p. 109 y siguientes. Véase también: Heller, Agnes. Mas allá de la justicia. Barcelona:Critica, 1990. p. 11 – 66. 16 Lolas, Op. cit., p.69.
  • 9. que en sí mismo es muy importante) sino, y sobre todo, ofrecer criterios para poder optar por ciertos cursos de acción. Por otro lado, si se habla de los dilemas como los problemas que quedan una vez analizada la situación inicial, entonces el papel de la Bioética será aquí útil en tanto despliegue las herramientas conceptuales necesarias para analizar y responder a situaciones particularmente difíciles, en donde se mezclen juicios valorativos, normativos y juicios de experiencia17. La búsqueda del estatuto epistemológico de la bioética Quedan muchos otros asuntos por examinar. Uno de ellos y que muestra alentadores signos de madurez a través de un debate hoy por hoy, mucho más centrado y enfocado en los asuntos de fondo, es el del estatuto epistemológico de la Bioética. Sobre esto ya puede registrarse la existencia de productos de reflexión colectiva. 1 Si bien es cierto que después de más de treinta años de existencia de la disciplina en el mundo y cerca de veinte años en América Latina, sería demasiado ingenuo pretender encontrar una Epistemología de la Bioética concebida de manera unívoca. Primero porque esta es un disciplina aún en construcción. Pero además y sobre todo, porque no hay un solo objeto de conocimiento definido del que se ocupe la Bioética, que excluya a otros. Tampoco los problemas de los que se ocupa son exclusivos de ésta, pues es claro que necesita del concurso de otras disciplinas. Si la Bioética ha de reflexionar sobre su estatuto epistemológico y su quehacer como disciplina, esto tendrá que hacerse en la dinámica work in progress, en un movimiento progresivo en donde sea posible revisar presupuestos y, si es el caso, formular nuevas posibilidades epistémicas, sin que esto tenga que paralizar el rigor y el valor de los análisis que se hagan, ni el contacto fluido con otras disciplinas. Al igual que las obras en construcción, hay que procurar que éstas puedan hacerse sin afectar el tráfico de la ciudad. La cuestión del estatuto epistemológico de la Bioética no es producto de un acuerdo ni llegó a ser el resultado de un ejercicio que la orientara explícitamente hacia esto. Más bien es un encuentro de diferentes discursos que tienden a horizontalizarse. Esto permite una ampliación de los horizontes cognitivos pero no debe identificarse con la implementación acabada de una práctica interdisciplinaria como tal. La estrecha conexión de la Bioética con las ciencias de la vida, la filosofía de la medicina, la tradición de una antropología filosófica y la necesidad de reflexionar sobre los desarrollos biotecnológicos han permitido la producción de un discurso que puede más o menos identificarse o que es identificable, pero nunca se resolvió desde el comienzo el problema de la inclusión: de los que podría considerarse como perteneciente a la Bioética y lo que no. Pero por supuesto la pregunta sobra aquí; nadie ha resuelto ni resuelve de una sola vez la cuestión de lo que puede y qué no puede ser parte de una naciente disciplina; esto se va decantando con el tiempo y lo que la define como disciplina es en buena parte el resultado de los intereses y problemáticas comunes que en un momento dado han podido concretarse en un campo de estudios y en discursos que logran afincarse raíces. 17 Algunos filósofos se muestran insatisfechos con el énfasis excesivo en la dicotomía hechos y valores. Mouliness, Ulises. Hechos y valores: falacias y metafalacias. Un ejercicio integracionista. En: Isegoria. Revista de filosofía moral y política, No. 33 abril de 1991. Véase además: Rescher, N. Razón y valores en la era científico-tecnológica. Barcelona: Paidós, 1999. pág. 73 y sigs. 1 Coor. Garrafa, Volnei et al. Estatuto epistemológico de la Bioética. México: Instituto de investigaciones Jurídicas: Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética de la UNESCO, 2005.
  • 10. Probablemente como disciplina la Bioética tenga unos antecedentes más profundos y les deba más a otras corrientes intelectuales de lo que normalmente se ha admitido2. Se ha dicho ya que la Bioética no es una suma simple en donde dos o más disciplinas producen una tercera. Se requiere mucho más para articular un conocimiento que sea por un lado un producto del dialogo entre disciplinas y que por el otro logre acortar las distancias entre teoría y práctica. Una buena muestra de éste tipo de reflexión, para mencionar solo unos pocos, nos la dan autores como Miguel Kottow, que enfrenta el problema de la epistemología moral y elabora una crítica sobre la adopción sin más del principialismo en América Latina3; Volnei Garrafa, quien intenta prevenirnos sobre ciertas formas de reduccionismo simple, contrario al nuevo paradigma de la complejidad4; León Olivé, quien al hablar de la dimensión descriptiva y normativa de la Ética, Bioética y Epistemología defiende una forma de “normativismo naturalizado” que reconoce que las normas cambian y están dentro de un desarrollo histórico y por lo tanto todo a priori es relativo e histórico. Quedando la Bioética vinculada a prácticas cognitivas5. Fermin Rolan Schramm admite de entrada que hay muchas versiones legítimas de la Bioética, pero busca una especificidad de la Bioética en América Latina, pues “la tentativa de dar cuenta de la globalidad de los problemas morales cuando la praxis humana se refiere a los procesos vitales como un todo, olvida que existen aún problemas específicos, como los problemas morales debidos no al desarrollo de biomedicina, sino al subdesarrollo y a la miseria, es decir, no a problemas que son emergentes dadas las prácticas científicas y tecnocientíficas, sino a problemas que persisten y son el producto de algo que dependen de otros factores ya conocidos”6. Y esto se constituye en una buena muestra de que el reconocer la realidad de nuestros países del sur no significa perder el rigor académico, ni caer en el parroquialismo de rechazar todo lo que venga del mundo desarrollado con el argumento simplista de que esto obedece a formas de imperialismo, sea éste político, económico o cultural. Una observación final Resulta mucho más meritorio reflexionar y entrar en dialogo creativo con otras tradiciones y otras narrativas, y beneficiarse de lo que, como producto de una apropiación real, pueda enriquecer nuestra mirada y nos permita hasta donde sea posible comprender otros contextos culturales. Sin querer extender la metáfora muy lejos, se podría decir que el dialogo entre culturas es tan difícil que el diálogo entre disciplinas, pero no es imposible. La Bioética Latinoamericana tiene hoy por hoy mucha más conciencia de éste reto y por fortuna tiene un buen número de cultores bien calificados y dispuestos a asumirlo. Referencias BERLINGUER, G. Bioethics, Power and Injustice. IN: GARRAFA, V.; Pessini, L. (Orgs.). Bioética, Poder e injustiça. São Paulo: Ed. Loyola e Centro Universitário São Camilo, 2002, pp. 45-58. 2 Sobre los antecedentes de la Bioética en la medicina antropológica y psicosomática véase: Lolas Stepke, Fernando. Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida. Santiago de Chile: Universitaria, 1998. p. 24. 3 Ibid., p. 24. 4 Ibid., p. 69. 5 Ibid., p. 37. 6 Ibid., p. 172.
  • 11. CALDERON LEGARDA, G. La ambivalência de la Bioética: cinco tesis para superar la verguenza. In: Orientaciones Universitárias, n. 35, março de 2004. CAMPS, V. Uma vida de calidad: reflexiones sobre bioética. Barcelona: Arez Y Mares, 2001. FIGUEROA, P.R.; FUENZALIDA, H. Bioethics in Ibero-America and the Caribbean. In: The Journal of Medicine and Philosophy. Vol 21, n. 6, December 1996, p. 611-627. GARRAFA, V.; KOTTOW, M.; SAADA, A. Estatuto epistemológico de la Bioética. México: Instituto de investigaciones Jurídicas: Red Latinoamericana y Del Caribe de Bioética de la UNESCO, 2005. GARGARELLA, R. Las teorias de la justicia después de Rawls: un breve manual de filosofía política. Barcelona: Paidós, 1999. HELLER, A. Mas allá de la justicia. Barcelona: critica, 1990, pp. 11-66. LOLAS STEPKE, F. Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida. Santiago: Universitária, 1998. LOLAS STEPKE, F. Bioética y antropologia médica. Santiago: Mediterrâneo, 2000. LOLAS STEPKE, F. Rehistoriar la Bioética em Latinoamérica. La contribución de James Drane. In: Acta Bioethica. Vol 11, n.2, 2005, p.162. MAINETTI, J.A. Desarrollo de la Bioética en América Latina. In: Revista Electronica de bioética. Ano I, no. 1 agosto de 2005. MACKLIN, R. Against Relativism: cultural diversity and the search for ethical universals in medicine. New York :Oxford University Press, 1999, p. 109ss. MOULINESS, U. Hechos e valores: falacias e metafalacias. Um ejercicio integracionista. In: Isegoria. Revista de filosofia moral y política. N. 33 abril de 1991. NUSSBAUM, M.C. Women and Human Development: the capabilities Approach. New York: Cambridge Univirsity Press, 2001, pp. 34-110. RESCHER, N. Razón y valores en la era científico-tecnológica. Barcelona: Paidós, 1999, p. 73ss.