1. Nahir Vallejos Amil
Un día en la ciudad Alumna de la Facultad de Ciencias
de la Información de la Universidad
Complutense de Madrid
maquiynahir@hotmail.com
Ayer fue un día normal, como tantos otros, lleno de actividades
normales, interacciones normales y obstáculos normales. Me desperté como
siempre, desayuné como siempre, me vestí como usualmente, busqué
información para trabajos que nos encargan en la Facultad todos los días.
Finalmente, salí de mi casa y, como siempre también, opté por ir caminando a
la estación de trenes debido a la habitual falta de postes con verdaderos
horarios actualizados de los autobuses urbanos. Por mi camino encontré el
mismo tramo peligroso en el que pasan los automóviles pegados a una acera
ya no visible debido a la cantidad de hierbajos de gran altura, por la cual,
evidentemente, los peatones no pueden transitar. Éstos, entonces, deben
caminar sobre la calzada en una zona en la
que los coches no tienen visibilidad para
percibirlos y, para más complicación, hay
una zona de curva. Si nuestro alcalde no
pretende reestablecer esa acera, ¿qué le
cuesta mandar cortar un poquito las
hierbas, para que al menos puedan ser
pisadas? Esto tampoco es una excepción,
ya que también hay calles rectas con pasos
de peatones en los que nunca se puede ver
si saldrá una persona para cruzar debido a
la gran altura de los matorrales, los cuales
ni siquiera son bonitos, y aunque así lo
fueran, ¡función ante todo!; ¿de qué sirven
unos adornos si el observador corre el
riesgo de no volver a verlos jamás?
Fotografías hechas en el lugar
Unos metros más adelante, justo
antes de entrar en la estación, nos
encontramos con una intersección
complicada, ya que la calle por la que
venimos se cruza con la Carretera de Toledo
M-416, la acera se ha vuelto a acabar, por lo
que los coches vienen a nuestras espaldas;
y mientras la acera hacia el tren está justo
delante de nosotros, el paso de peatones
está hacia un lado, luego si queremos cruzar
con seguridad debemos movernos hacia la
derecha para luego volver a la izquierda otra
2. vez hacia la estación, hecho que en parte es lógico debido al cruce pero que
hace que la mayoría de la gente directamente camine en medio de la carretera.
De momento no se me ocurre qué se puede hacer al respecto, pero de lo que
no cabe duda es que ese tramo (ni el expuesto antes) no puede continuar de
ese modo.
Punto conflictivo desarrollado en tres partes; la primera es por donde venimos, en la segunda se ve la
entrada a la estación, y en la tercera el paso de peatones hacia el cual la gente NO se desplaza. Fuente
propia.
Una vez llego “sana y a salvo” al tren, escucho una regañina de un
revisor de billetes hacia una pasajera. En mi pequeña ciudad, los billetes de un
solo viaje y los de diez deben cancelarse en una especie de buzones al lado de
la puerta (que no tienen mecanismo de impedimento de entrada por ésta), y
están puestos a una altura demasiado baja y poco a la vista. Comprendo
perfectamente a la chica que no “canceló” su billete, porque aun habiendo visto
los buzones, el día que no tuve mi abono mensual dudé de si tenía que pasar
mi billete de diez viajes por la máquina, ya que al llegar al destino, la siguiente
máquina pica dos veces. Entonces falta visibilidad y carteles claros de
información, o, mejor, un sistema “impide-trampas” que ahorraría muchos
engaños o malentendidos, pero claro, a la vista de cómo están las cosas, eso
sería pedir demasiado.
Por último, al llegar a Ciudad Universitaria, tenía que visitar la Facultad
de Bellas Artes para conseguir un libro que en la mía no había (sí, “Las
3. ciudades creativas”, de Florida). No había manera alguna de encontrar a
alguien que supiera decirme dónde se encontraba, pero la culpa no era de la
gente, ni mía tampoco, sino de la mala señalética (o mejor
dicho ausencia de señalética) para indicar el camino a
seguir, sobre todo estando esa facultad relativamente cerca
de la nuestra. Y ya una vez dentro, los esfuerzos
investigativos continuaban puesto que los carteles, cuando
los había, no eran muy claros y la gente de la Facultad
decía “lo siento, la verdad es que nunca he usado la
biblioteca” y algunos añadían riéndose “dice mucho de
nosotros, ¿no?”, y eso sí merece culpa.
Mi día evidentemente no acabó aquí, pero en este texto sólo intento
explicar por qué me gustaría realizar el trabajo sobre la funcionalidad; si yo he
tenido algunos contratiempos a causa de una mala gestión urbanística, no
quiero imaginarme lo mal que lo pasarán personas con problemas de
locomoción, audición y visión… Probablemente sus “días en la ciudad” sean
muy distintos a los míos. Considero que este es un tema de necesario
tratamiento, sobre todo viendo ejemplos como los anteriormente expuestos;
aunque por el momento este estudio me está pareciendo bastante complicado,
y eso que esto es sólo el principio…